El silencio de Merkel y el error alemán con la Rusia de
Putin
El silencio de Merkel es paralelo a la cautela de su
sucesor, el canciller Scholz, que muestra un liderazgo cauteloso tanto en su país
como en la Unión Europea
Angela Merkel ha sido uno de los personajes políticos
más valorados en lo que va de siglo. Catorce años al frente de la Cancillería
concluyeron, por propia voluntad, hace pocos meses con aplauso generalizado. Se
la ha considerado como una de las patrocinadoras y protagonistas de la
integración europea, como gobernante eficaz y política seria y creíble. Como
legado dejó la derrota de su partido y la composición de otra coalición a la
que se otorga el valor de continuidad de la política de Merkel. Entre otras
razones porque el nuevo canciller fue su socio de coalición y vicecanciller
durante la ultima legislatura
Alemania pudo haber mostrado cautela en sus contratos
con Rusia, especialmente durante la última década, una vez que era evidente el
belicismo de Putin y su tentación expansionista. Alemania apostó por Rusia y
por Putin y esa confianza ha fallado. Afronta ahora el coste del error que pasa
por limitar la dependencia energética (al menos mientras Rusia siga con su
belicismo expansionista). Tendrá que asumir una recesión durante un tiempo
mientras se produzca la recomposición del mix energético. Algo que no será
exclusivo de Alemania ya que contagia a los demás europeos.
El silencio de Merkel es paralelo a la cautela de su
sucesor, el canciller Scholz, que muestra un liderazgo cauteloso tanto en su país
como en la Unión Europea. Es cierto que Alemania y Europa están aplicando una
resistencia activa a Putin, pero también una resistencia calculada y gradual;
temerosa a la hora de trasladar a su opinión pública el coste de los errores
anteriores por una dependencia energética insoportable que no es fácil
rectificar de inmediato. Más que nunca Europa necesita liderazgo, firmeza
frente a Putin (y frente a Orban) porque más vale una vez rojo que todo el
tiempo colorado.
La guerra ruso-ucraniana, la guerra de Putin, coloca en
almoneda la política de Merkel sin que la canciller haya dicho una sola
palabra, una explicación, un análisis o una propuesta o recomendación
alternativa. Merkel calla, quizá porque se lo propuso desde que dejó la
cancillería, aplicando ese undécimo mandamiento no escrito que reza: “si te
vas… no estorbes, no molestes”. Pero ante so después tendrá que explicarse y
sus argumentos tendrán interés para su legado.
No obstante, con la que está cayendo Merkel debe
explicar las razones de su estrategia de acercamiento a Rusia y a Putin y del
estrechamiento de lazos entre ambas potencias que ahora se acredita como un
error capital. Es cierto que la estrategia hacia el este no es exclusiva de
Merkel, ha sido una constante de la política alemana, al menos desde la etapa
Brand (e incluso desde Adenauer); acercamiento sin demérito de la alianza
Atlántica con Estados Unidos y Gran Bretaña, y de la decidida amistad franco
alemana. Alemania entendió en la postguerra y la guerra fría que debía mantener
una mano tendida y una puerta abierta para una relación preferente con Rusia;
con la URSS y luego con la nueva-vieja Rusia de Putin.ç
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